Hortaleza graba su autorretrato en los muros del distrito

Bastaron cinco días para convertir el muro de la piscina de Hortaleza en un reflejo colorista de la vida cotidiana del distrito de Hortaleza. Colaboraron en el ilusionante proyecto decenas de vecinas y vecinos, que volcaron su imaginación y descubrieron juntos su destreza con los spray para crear una galería de retratos y de escenas cotidianas del barrio que, en adelante, darán vida y alegría a sus calles.

Hortaleza graba su autorretrato en los muros del distrito
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El muro que separa la calle Santa Adela de las piscinas municipales de Hortaleza era, el miércoles 30 de septiembre, una anodina pared. Cinco días después, sobre los 70 metros de ladrillo habían surgido retratos, personajes, escenas y rincones inspirados en Hortaleza. Es el resultado de la laboriosa contribución de los vecinos y vecinas que durante los primeros días de octubre participaron en la actividad organizada por la Asociación La Unión de Hortaleza.

Tras una primera jornada dedicada a la tediosa faena de blanquear el muro, el jueves 1 de octubre se comenzó a pintar el azul celeste del cielo madrileño tras una representación del ‘skyline’ hortalino. Por la tarde, ya liberados de las aulas, muchos jóvenes participantes se esmeraron en dar cuerpo al enorme tren de cercanías que ocupa el tramo más cercano a la carretera de la estación. Al otro extremo del muro, varios vecinos se dejaban fotografiar para que su rostro quedase dibujado sobre la pared.

A partir del viernes, la soleada temperie motivó que muchas personas prestasen sus manos para participar. Un día después, la paella popular cocinada para sufragar los gastos de pintura se quedó pequeña a pesar de saciar 160 estómagos, y tanta participación se reflejó en el mural, donde de pronto surgieron skaters, una batucada, los tenderetes del rastrillo y diferentes edificios emblemáticos del distrito. La parte central del muro pareció desaparecer según avanzaba el dibujo de un trampantojo que simulaba la presencia de los bañistas que en verano se refrescan al otro lado de la pared.

Los últimos retoques se finiquitaron en la tarde del domingo. Para entonces, ya habían sido decenas de vecinos y vecinas de todas las edades los que habían coleccionado manchas de colores en los dedos. El trabajo colectivo puede contemplarse, quién sabe si para siempre, en un muro que ya no volverá a pasar desapercibido.

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