Lavapiés es un dédalo de noventa calles en las que conviven 30.000 vecinas y vecinos procedentes de 88 países. Las nuevas generaciones no son inmigrantes, ni responden al perfil clásico del español medio: nacieron y se criaron aquí.
Hace 3 años, la Asociación de Vecinos La Corrala promovió la creación de El Rapeadero, un taller de hip hop en el que Carlitos Wey, un venezolano de 29 años, enseña a niños de edades comprendidas entre los 4 y los 24 años a escribir letras, inventar rimas, crear sus bases… para dar cauce a sus historias, sus inquietudes y sus sueños. Son gitanos, payos, proceden de familias marroquíes, dominicanas, ecuatorianas… pero son “todos españoles”, subrayan, “porque el hip-hop hermana”.
El Rapeadero, explica Manuel Osuna, el presidente de la asociación, “intenta promover la interculturalidad, la participación y el ocio saludable de los más pequeños, ayudándoles a desarrollar actividades que complementan su aprendizaje, potencian la creatividad y estimulan la convivencia”. Nieves Prado Soto, dinamizadora de la entidad, añade: ‘Se crea un espacio de igualdad y participación vecinal con la que se garantiza la interculturalidad y se convierte al vecino en protagonista’.
Tras tres años de trabajo y a iniciativa de los propios chavales, El Rapeadero se embarcó en la aventura de grabar un disco que ya se puede descargar en internet y que la asociación vecinal distribuye de forma gratuita. Sus catorce canciones hablan de la violencia machista, de los abusos policiales, del racismo, de la necesidad de juntarse, de alzar la voz y de “echar pá lante” destruyendo los estereotipos negativos que pesan sobre el fenómeno de la inmigración.
Carlitos Wey apuntó en la rueda de prensa de presentación del disco que “además de encauzar a través de la música la necesidad de expresión que tienen los chavales, prevenimos los peligros de la calle, les tratamos de inducir unos valores de convivencia intercultural y solidaridad e incluimos a los padres en este proceso para que vean que lo que sus hijos hacen es una manera de crecer e interactuar’.
Alfredo Robles, el padre de Mc Niora, una de las alumnas, reconoció que “la actividad que desarrollan en El Rapeadero es tremendamente útil y positiva: en el caso de mi hija, le ha subido mucho la autoestima y le proporciona instrumentos para expresar todo lo que le inquieta y le preocupa. A mí me gustaría hacer un llamamiento al resto de padres para que se impliquen más en las actividades educativas de sus hijos. Porque entre todos podemos aportar una gotita en el camino de lograr el entendimiento entre todas las culturas”.