Un documento audiovisual en el que se recordará la vida y retazos de la lucha a la que entregó su vida Eusebio Calle dará el pistoletazo de salida a un acto en el que amigas y amigos, compañeras y compañeros del movimiento vecinal, sindical y político le rendirán homenaje.
A las palabras de bienvenida de Nacho Murgui, presidente de la FRAVM y de Javier López, secretario general de CC OO, le seguirán la lectura de poemas, dedicatorias y palabras de representantes del movimiento vecinal, de ‘compañeros del metal’, del PCE y de IU, así como de algunos abogados que, en plena dictadura franquista defendieron a quienes, como Eusebio, no claudicaron en su lucha por defender las libertades y derechos de sus conciudadanos.
Eusebio Calle nació, como no podía ser de otra manera cuando de un “compañero del metal” cervantino se trata, en un pueblo de La Mancha llamado Valverde (Ciudad Real) en 1946. El hambre de la posguerra y la determinación de sus padres, que emigraron a Madrid para ofrecer a sus hijos la posibilidad de un futuro más próspero, forjaron, sin ninguna duda, el carácter de una persona firme, leal, discreta y entrañable que sentenciaba discusiones y despejaba dudas con refranes de Sancho, el fiel escudero del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y pasajes del que fuera su libro de cabecera.
Eusebio llegó con su familia al madrileño barrio de Ciudad de los Ángeles, en Villaverde. Allí empezó a trabajar de yesero y se metió de lleno en el barro de la lucha política y sindical comunista cuando ese salto suponía someterse a la estrecha vigilancia y a la segura persecución de los aparatos represores de la dictadura franquista. En noviembre de 1972 entró a formar parte de la plantilla de la fábrica de Barreiros Diésel S.A. -luego Chrysler y Talbot, hoy Renault Vehículos Industriales-, una factoría que ocupaba dos millones de metros cuadrados en Villaverde. Allí, en el fragor de la batalla sindical por defender la mejora de las condiciones laborales de 12.000 compañeros, conoció a Prisciliano Castro, “culpable” de haberle contagiado la necesidad de luchar por la dignificación de las condiciones de vida fuera de la fábrica, en el barrio, a través del movimiento vecinal. Aquel encuentro galvanizó una amistad inquebrantable. Una amistad que, a partir de 1996, llevó a Eusebio a acompañar a Prisciliano en la ardua tarea del segundo de ostentar la presidencia de la FRAVM durante 17 años, hasta 2004. Hoy no está, pero sigue con nosotros “en la tierra sembrando su sudor y alimentándola”. Como un ejemplo siempre vivo.