Las imágenes de civiles que a diario nos llegan de Palestina nos hielan la sangre, y como vecinos y vecinas no podemos dejar de identificarnos con esas mujeres, hombres y niños y niñas que en estos días y en estas horas fallecen como resultado de los bombardeos y ataques militares, resultan heridos, pierden su casa, sufren y huyen en medio del caos para evitar que les atrape la muerte. A partir de la identificación con esas personas que solo desean vivir en paz en su tierra, y hacerlo con dignidad, las asociaciones vecinales de Madrid alzan su voz para pedir, tal y como está reclamando buena parte de la sociedad civil internacional, un alto el fuego inmediato, la creación de corredores humanitarios seguros, el abandono del proyecto de invasión de Gaza por parte del Ejército israelí y la apertura de vías de diálogo para avanzar hacia una resolución pacífica y pactada de un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Frente a las soluciones militares y de ocupación del territorio palestino, que al igual que ha sucedido en los últimos 75 años solo servirán para perpetuar la tragedia de palestinos e israelíes, la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), siguiendo su tradicional línea pacifista, reclama al Gobierno español y a la Unión Europea que impulsen vías de diálogo basadas en el reconocimiento de todos los actores y el respeto de los derechos humanos y del derecho internacional.
La población civil no puede ser usada bajo ningún concepto como rehén y moneda de cambio de grupos paramilitares y militares; nos da igual que lo haga Hamás o el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Por eso, condenamos los ataques terroristas ejecutados por Hamás contra ciudadanas y ciudadanos indefensos y desarmados y la captura de personas como rehenes, y exigimos su inmediata puesta en libertad.
De igual forma, aunque con la plena conciencia de que nos hallamos ante un conflicto absolutamente asimétrico, condenamos los planes israelíes de invasión y ocupación de Gaza y Cisjordania, sus bombardeos y ataques contra la población de la franja que huye, y la imposición de medidas como la obligación de abandonar su tierra dictada a un millón de personas que viven en el norte de Gaza o el corte de agua y de suministros básicos, en lo que supone una nueva vuelta de tuerca a una situación que ya era inhumana desde hace muchos años. Y es que no podemos olvidar que Gaza ya era una enorme cárcel en la que residían dos millones de vecinos y vecinas, personas que carecen de los derechos más básicos.
Nuestros gobiernos no pueden justificar esta política de apartheid y genocidio contra el pueblo palestino, ni dar carta blanca a Israel para que, con el argumento de la legítima defensa ante los atentados terroristas de Hamás, la intensifique con la ocupación militar de la franja de Gaza y la destrucción de su población. La cordura y la sensatez han de prevalecer sobre la ciega violencia y la venganza sin límites, y el respeto a los derechos humanos y a las resoluciones internacionales sobre la Ley del Talión y la mortífera arbitrariedad del Gobierno israelí.
El diálogo y la paz son los únicos caminos para lograr una paz justa y duradera, la que tanto necesita no solo la población palestina e israelí sino nuestro mundo, un mundo que desde hace años vive sumido en el ardor belicista y la intolerancia, en la involución de derechos y libertades y en una auténtica crisis de la democracia.