El pasado 27 de abril el Centro de Arte Reina Sofía abría las puertas de la exposición ‘Dalí.Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas’, una muestra organizada en colaboración con el Centro Georges Pompidou de París, que la acogió previamente. La exposición reune una selección de más de doscientas obras (pinturas, esculturas, dibujos…) a través de las cuales se ‘propone repensar el lugar que ocupa Salvador Dalí en la historia del arte del siglo XX, planteando que la importancia de su figura y de su legado va más allá de su papel de artífice del movimiento surrealista. Entre las doscientas obras no figura, sin embargo, la última creación plástica del ampurdanés, situada a apenas tres kilómetros de la pinacoteca: el dolmen de Dalí, una estatua cuyo diseño regaló el artista a la ciudad de Madrid el 25 de julio de 1985.
El conjunto monumental, inaugurado el 17 de julio de 1986 en la plaza de Felipe II, junto al Palacio de los Deportes, está formado por un dolmen megalítico de 13,13 metros de alto, una escultura de bronce dedicado a Isaac Newton sobre pedestal cúbico negro con el nombre áureo de Gala inciso, y un enlosado radiante que se expandía desde la base del dolmen hasta los confines del cosmos.
Tras el incendio del Palacio de los Deportes, el alcalde José María Alvarez del Manzano encargó al arquitecto Patxi Mangado un proyecto de ‘reforma’ de la escultura y de la plaza. El proyecto presentado planteaba eliminar el suelo y el pedestal, trasladar el dolmen al extrarradio y mover la escultura de Newton, en solitario, al siguiente cruce de calles. El Ayuntamiento destinó más de 1.000 millones de pesetas a una ‘reforma’ que transformó por completo el proyecto daliniano original.