En un acto moderado por la presidenta de la entidad vecinal, Cathy Boirac, César Cabetas y Elsa Campano, enfermero de empresa y profesora de educación secundaria, respectivamente, resaltaron que la enfermería escolar tiene más de cien años de historia y actualmente está implantada de forma reglada en los centros educativos de muchos países europeos como Suecia, Reino Unido y Francia, prestando una atención sanitaria escolar de alta calidad. En España, por el contrario, existe solamente en algunos colegios privados y en centros públicos de educación especial e integración, lo que no quita para que exista esa demanda. De hecho, en estos momentos existe un amplio debate sobre la integración de figura de la enfermera/o escolar en los centros públicos de nuestro país, aseguraron los ponentes.
Varias son las funciones de la enfermería escolar. Quizás la más evidente sea su labor asistencial, pues atiende las emergencias e incidencias que ocurren en el horario escolar, hace un seguimiento de las enfermedades crónicas de los niños/as, previene y detecta precozmente los problemas de salud emocional y administra los tratamientos y medicaciones prescritos por los médicos. Pero también desempeña una función docente: la enfermera escolar trabaja con los profesores para integrar la salud como materia transversal en la educación de los niños, preparando a los padres y madres para resolver los problemas más frecuentes en los centros educativos y enseñando al alumnado pautas de alimentación, higiene corporal y ambiental, ejercicio físico y primeros auxilios.
La enfermera/o escolar desempeña además una función gestora pues recoge y custodia los informes sanitarios referentes a los tratamientos médicos, elabora circulares sobre alergias, intolerancias y medicaciones, y es el referente de salud y nexo de unión entre los distintos organismos involucrados en la salud de los escolares.
De este modo, sostienen las plataformas organizadoras de la presentación del proyecto, “el papel de la enfermera escolar cobra una relevancia primordial como agente de salud cercano, directo y continuo en la comunidad educativa generando sentimientos de seguridad, tranquilidad y confianza en las familias y en el profesorado, sin olvidar las ventajas sociales y económicas que produciría su presencia en los centros educativos: disminución del absentismo escolar, del absentismo laboral de los padres y madres, aumento de la calidad de vida de los niños con patologías crónicas, disminución del gasto sanitario asistencial y farmacéutico y mejora en el uso del sistema nacional de salud”.