Hubo un tiempo en el que no era necesario decirlo, cuando los barrios éramos protagonistas de la historia de un Madrid que despertaba a la modernidad. De aquella época fueron las remodelaciones y las luchas por una vivienda digna. Tiempos en que nuestros sueños se convirtieron en grandes logros: parques, colegios, centros culturales, instalaciones deportivas y un largo etcétera. Gracias a la participación de todos estábamos construyendo una ciudad más humana.
Orcasitas, El Pozo, Carabanchel, Palomeras, Vallecas, Villaverde, San Blas o Caño Roto…. fueron barrios emblemáticos, formados a partir de la inmigración de los años cincuenta y sesenta, cuando nuestros padres vinieron a buscarse la vida a la gran ciudad, como ahora hacen miles de inmigrantes.
Cuando Madrid estaba en plena “movida” los barrios incluso fuimos capaces de crear nuestra propia cultura urbana: fuimos los “hijos del agobio”, con nuestra música: el rock urbano y las rumbas, nuestro lenguaje, el cheli, y nuestra identidad: el barrio obrero con sus bailongos, charlas de patio y fiestas de gigantes y cabezudos.
Supimos superar con imaginación y voluntad los años duros de la crisis y la heroína. Porque en ese tiempo, que ahora parece remoto, los barrios teníamos voz y sentíamos “orgullo de barrio” como sinónimo de convivencia democrática y lucha por las libertades.
De nuevo los barrios reivindicamos nuestro papel en el diseño de la ciudad
Porque tenemos nuestra propia identidad, nuestra historia, nuestras costumbres y manifestaciones culturales.
Porque aunque entendemos que cualquier proyecto de ciudad ha de tener una proyección global, ésta no debe ser incompatible con los barrios. Por el contrario, los barrios podemos contribuir a enriquecer la ciudad, a hacerla más habitable, más cohesionada, más humana.
Los barrios tenemos un gran papel que desempeñar en el Madrid del siglo XXI.
¡Queremos salir de la invisibilidad y formar parte de esta ciudad!
¡Queremos tener una voz propia y que sea tenida en cuenta!
Porque los barrios también somos Madrid